2 de julio de 2023
Arde París
2 de julio de 2023
Arde París
Dice el refranero popular que cuando las barbas del vecino veas pelar, pongas las tuyas a remojar. El político flamenco Filip Dewinter lo expresa de forma parecida: "Cuando llueve en París , gotea en Bruselas". Visto lo visto sobre lo que acontece en Francia, no deberíamos llevarnos a sorpresa alguna cuando los saqueos, incendios, asaltos y demás canalladas ocasionados por la "racaille" tercermundista en el país vecino, crucen los Pirineos y se instalen en territorio patrio irremediablemente de la misma forma que lo cruzó el "destape"en aquellos lejanos años 70, dado lo bien que se nos da importar cualquier moda, por maligna y perniciosa que esta sea.
Los hechos son de todos conocidos. Tras la muerte de un adolescente de origen inmigrante a manos de un policía en la localidad francesa de Nanterre, la ira y la violencia antirracista (en realidad, racismo antiblanco) se ha desatado en el país que gobierna "Micron" ocasionando innumerables destrozos y actos violentos.
Dada la facilidad que tiene el español medio de olvidar lo que ocurrió anteayer, es conveniente refrescar nuestra memoria. Recientemente también en el país galo, un tiparraco que había entrado como refugiado beneficiándose de la estúpida política buenista, se dedicó a apuñalar bebés europeos. Creo recordar que esos hechos terribles no echaron a los autóctonos franceses a la calle dispuestos a tenérselas tiesas con el gobierno, ni desató la ira de todos esos grupos y colectivos antirracistas que andan ahora, por el contrario, justificando lo que destrozan estos salvajes.
Lo cierto es que se nos vuelve a ofrecer una vez más la ocasión, con las cámaras en directo, de comprobar que ese argumento buenista del multiculturalismo es una quimera que no se sostiene de ninguna manera. La famosa "Alianza de las Civilizaciones" que pariese Zapatero con tanto alborozo, es tan solo una puñetera mentira destinada a engañar a todos los mendrugos que son incapaces de ver la realidad, cegados con la venda que el sistema globalista multicolor les planta delante de los ojos.
Lo peor es que da la impresión de que son meros ensayos de la guerra étnica que nos espera cada vez a menos largo plazo. Tengámoslo claro. Como dice Jordi Garriga de manera acertada, a nadie le importa destruir un país con el que no guarda ningún vínculo emocional, histórico o cultural.
Si importas Tercer Mundo, te conviertes en él. Esta es la verdad y no otra por muy edulcorada que nos la presenten los medios. Pensar que enormes y descontroladas generaciones de tercermundistas van a adaptarse a nuestras costumbres y forma de vida pudiendo imponer las suyas sin oposición, solo puede pensarlo alguien que como decimos por estas tierras, no sabe lo que le corresponde.
En esa misma línea de ceguera ante lo que se nos viene encima, no fueron pocos los mamarrachos que en las redes mezclaban la tragedia de los turistas que murieron visitando al Titanic con las muertes producidas en el Mediterráneo, siempre con ese cinismo e hipocresía que les caracteriza.
Lo paradójico del asunto, si sabemos leer entre líneas e interpretar mínimamente como funciona el mundo actual, es que se da la circunstancia de que los mismos que dirigen en la sombra los destinos de los europeos son los que previamente destrozan países y continentes enteros para propiciar su llegada masiva a una Europa a la que tratan de borrar en pos de sus bastardos intereses. Incluso podríamos decir que quienes manipulan determinados hilos para generar conflictos en los continentes asiático o africano son exactamente los mismos que financian de su bolsillo a determinadas ONGs que se dedican a rescatar pobres desgraciados. O a servirles de taxi acuático.
Con respecto al drama del Mare Nostrum volvemos a insistir en lo mismo: los verdaderos responsables de dichas muertes son principalmente tres: en tercer lugar, aquellos que deciden embarcarse por su cuenta y riesgo en viajes y trayectos llenos de peligros; en segundo lugar, las mafias que se lucran de engañar a la gente cobrándoles un pastizal cuando la mayoría de veces, una vez cobrado el viaje, los abandonan a la deriva; y en primer lugar, los gobiernos europeos y su legislación buenista que desde el momento en que premia la llegada a tierra firme de forma ilegal pero peligrosa, genera un efecto llamada que terminará, si o sí, en nuevos "concursantes" que lo conseguirán y otros que perecerán en el intento en ese juego macabro.
No terminaré el editorial sin recordar las tres patas contra las que debemos luchar quienes defendemos la soberanía frente al globalismo: la libre circulación de capitales, que fomenta una economía especulativa que cada vez nos empobrece más, la libre circulación de mercancías que propicia la destrucción de nuestro campo y la libre circulación de personas que propicia, de manera directa, esta invasión en toda regla que supone un verdadero peligro para nuestra nación y la civilización europea.
José Luis Morales