A DIOS POR RAZÓN DE ESTADO
Auto Sacramental de Calderón de la Barca
A DIOS POR RAZÓN DE ESTADO
Auto Sacramental de Calderón de la Barca
En nuestro camino español por el Siglo de Oro, llegamos hoy a una plaza grande, Calderón de la Barca.
En su auto sacramental A Dios por razón de Estado, Calderón condensa con maestría dramática el conflicto eterno entre el poder temporal y la autoridad divina. Esta obra, concebida para la festividad del Corpus Christi, trasciende su función catequística para erigirse en una profunda reflexión teológica y política. A través de su característico lenguaje alegórico, Calderón personifica conceptos como el Libre Albedrío, la Hermosura o el propio Estado para articular un drama donde la razón de Estado —la justificación pragmática de las acciones del gobernante— choca frontalmente con la Ley de Dios. La pieza no es solo una exaltación del misterio eucarístico, sino un agudo análisis de la soberbia del poder humano que, en su ambición por controlar el destino, pretende someter incluso los designios de la gracia a su propia voluntad, olvidando que la única razón de estado verdadera conduce, ineludiblemente, a Dios.
La acción comienza con El Ingenio, un galán, intentando detener a El Pensamiento, un personaje vestido de loco, que sale huyendo al son de una música intrigante. La música entona un himno que expresa una aspiración fundamental: "Gran Dios, que ignoramos, / abrevia el tiempo / y haz que te conozcamos, / pues te creemos". Ingenio, consciente de la naturaleza inconstante de Pensamiento, le ruega que se detenga por voluntad propia, no por imposición, a lo que Pensamiento accede, haciendo "verdad el proverbio / de que no hay loco tan loco / que no esté algún rato cuerdo".
Ambos se sienten atraídos por la misma melodía y la misma confusión, compartiendo la duda sobre cómo es posible que se dé culto a un Dios del que se ignora su existencia. Deciden unirse para penetrar el misterio de esas voces, asumiendo Ingenio el papel de "saber" y Pensamiento el de "pensarlo".
Al adentrarse, descubren un templo de la Gentilidad con la inscripción "Ignoto Deo" (Al Dios ignorado) en su frontispicio, una edificación sin ara, altar, imagen o simulacro. Ingenio y Pensamiento debaten la aparente contradicción de un "Dios ignorado," mientras la Gentilidad y sus gentes, vestidas a lo romano, realizan un ritual festivo. Ingenio interrumpe para cuestionar cómo dan culto a un Dios que no conocen. La Gentilidad, quien se identifica como la multitud de naciones y también como Roma/Europa, explica que, aunque tienen una noticia remota de este Dios, le invocan en la esperanza de conocerle mejor.
Ella relata cómo los estoicos de Atenas, investigando la naturaleza divina, llegaron a creer en una Primera Causa, "todo manos, todo ojos, / todo oídos", cuya venida esperan para que se declare y se dé a conocer. La Gentilidad consagra este templo al Dios ignoto y, aunque inicialmente Ingenio se admira, ella le pide que calle en materias de fe, "pues en materias de fe, sólo / toca callar al Ingenio".
Los festejos son interrumpidos por un terremoto. Ante el asombro general, Ingenio, interrogado por la Gentilidad, responde repetidamente: "Que expira el cielo, o su Hacedor padece". Esto lleva a un nuevo debate: ¿cómo puede el Hacedor, el Primer Principio, un poder inmenso, padecer?. Ingenio argumenta que, si es posible un Dios ignorado (como cree la Gentilidad), también lo es un Dios pasible. Para resolver esta duda, Ingenio propone buscar un Dios que sea tanto ignoto como pasible, recorriendo el mundo a través de diversas leyes y ritos. La Gentilidad le ofrece sus numerosos dioses (Mercurio, Júpiter, Apolo, Ceres, Juno, Saturno, Diana, Neptuno, Plutón, Flora, Venus, Minerva), pero Ingenio los rechaza por sus "pecaminosas las causas / de las causas", que impiden concebir un Dios perfecto.
Ingenio y Pensamiento continúan su búsqueda y se encuentran con el Ateísmo, quien duerme ajeno al eclipse. Ateísmo explica el fenómeno como una "enfermedad" del Universo, similar a la del cuerpo humano, negando la existencia de una primera causa. Argumenta que el mundo "Él se hizo" y que todo es producto del "acaso". Ingenio le refuta señalando la imposibilidad de que el acaso dé vida o ser. Ateísmo, en su visión nihilista, sólo cree en nacer y morir: "Yo no hice más que nacer, / sin saber a qué nacía, / cómo ni cuándo", y sugiere "comamos hoy y bebamos, / que mañana moriremos". Ingenio concluye que no se puede argumentar con quien niega los principios, y Pensamiento le propina un golpe, enfatizando que con el Ateísmo no se vence con razones sino "a palos".
Huyendo de los errores de tener muchos dioses y de no tener ninguno, Ingenio busca una religión con un solo Dios. Llegan a África (que representa el Islam), donde se celebra al profeta de Alá. África, descendiente de Ismael, adora a un solo Dios y espera a un profeta que le entregue una ley, interpretando el eclipse como un signo de su venida. Ingenio critica la falta de una ley completa y la idea de que "se salve cada uno / en la religión que nace", así como la poligamia, que concibe como un "contrato / lícito el que no es igual" y que divide el alma. Ingenio concluye que tal proposición no es una ley sino una "secta" o "hongo" (algo que aparece de la noche a la mañana y es venenoso o falso).
Finalmente, Ingenio y Pensamiento se dirigen a la Sinagoga (Judaísmo), donde esperan encontrar un Dios y una Ley. Allí, presencian a la Sinagoga pidiendo a San Pablo que persiga a los seguidores de la nueva ley. Pablo se ve envuelto en un suceso milagroso: un trueno y un relámpago lo derriban de su caballo. Aunque ciego físicamente, Pablo proclama su visión espiritual: "Ciego estoy; pero mal digo, / que nunca he llegado a ver / más que cuando estoy más ciego". Se declara ya no ser Pablo, sino que "Cristo es el que vive en mí".
Ingenio interroga a Pablo sobre el Crucificado, Hijo de Dios. Pablo explica el misterio de la Santísima Trinidad: tres personas (Padre, Hijo, Espíritu Santo) en un solo Dios. Argumenta que "El bien no comunicado, / ¿no fuera imperfecto bien?", y que para que no haya imperfección en Dios, es necesario que se comunique a sí mismo, engendrando un Hijo infinito y procediendo de ambos un Espíritu de amor. También explica la Encarnación, donde el Hijo de Dios se hizo hombre para satisfacer la culpa infinita del ser humano, naciendo de una Virgen. La Sinagoga niega que el Crucificado fuera el Mesías, alegando que no cumplió las profecías de Daniel e Isaías. Pablo refuta cada objeción, explicando que Cristo sí las cumplió, pero "en traje de siervo". Ingenio, convencido de la inocencia de Cristo, reúne a la Gentilidad, África y Ateísmo para que escuchen la verdad.
La Sinagoga intenta atacar a Pablo, pero la Gentilidad lo protege, reconociendo la injusticia cometida al condenar a Cristo. Se revela la secuencia de las leyes: la Ley Natural (amar a Dios y al prójimo), perturbada por el pecado original, la Ley Escrita (los Diez Mandamientos de Moisés), y finalmente la Ley de Gracia (el Cristianismo), que confirma y fortalece las anteriores mediante los Siete Sacramentos. Cada sacramento es brevemente descrito como un canal de la gracia que emana de la Hostia y el Cáliz.
Al final, Ingenio se declara satisfecho y convencido de que la Ley de Gracia es justa y suave, y que el "ingenio humano" debe amarla y creer en ella, "por razón de estado, cuando / faltara la de la fe". Mientras la Sinagoga y África todavía dudan, el Ateísmo y la Gentilidad aceptan la existencia de Dios y la verdad de la nueva Ley. Pensamiento, que hasta entonces había estado "pasmado", celebra con regocijo la verdad. Todos, excepto las dos primeras (implícitamente), se unen en la afirmación final, reconociendo que la razón de estado del hombre lo lleva a aceptar la Ley de Gracia, incluso si la fe faltase.
Blas Molina