Editorial 26 de marzo de 2023
La Constitución es el problema
Editorial 26 de marzo de 2023
La Constitución es el problema
Atizaba el otro día Juan Manuel de Prada, en su columna semanal, a esa derecha que ha mitificado hasta el tuétano a la llamada Transición, artículo y visión con la que comulgo en absoluto. Supongo que la alusión a dicho periodo de nuestra historia venía redactada a tenor de la moción presentada por Vox y defendida por Ramón Tamanes, uno de aquellos protagonistas.
Si por algo coincido con dicho artículo es porque considero que no se pueden arreglar o curar las cosas si previamente no se acierta con el diagnóstico. O citando textualmente las palabras de De Prada "no se pueden combatir las calamidades de nuestro tiempo utilizando como remedio lo que en realidad fue la causa".
Es por ello que nuestra asociación nunca se ha reconocido como seguidora de eso que llaman "patriotismo constitucional". El auge de los separatismos hubiese resultado inconcebible sin una Constitución que presa de la ambigüedad que la caracteriza, les ofreció a los partidos separatistas, con el término "nacionalidades", el campo propicio para que el virus disgregador se propagase como la peste, al margen de diseñar un modelo de organización territorial que nos ha terminado por convertir en un Reino de Taifas.
No tenemos más que recordar el apoyo popular que las paranoias independentistas tenían a finales de los 70 y la que tiene ahora, 45 años después de la irrupción de las autonomías, unos entes costosísimos que han servido para dividirnos más, para ir arrinconando nuestra lengua común y para dotar a los partidos de una gigantesca maquinaria con la que colocar a los amiguetes con el único fin de perpetuarse en el poder.
Cierto es que quizá estemos bajo el peor gobierno de la democracia. Llega pues, el momento de mandarlos a todos al carajo, pero tampoco lancemos las campanas al vuelo ni nos hagamos demasiadas ilusiones. Desalojando del gobierno a Sánchez podrá ganarse una gran batalla pero lejos estaremos aún de ganar la verdadera guerra.
No falta quien, sin embargo, establece el origen de todos los males en la figura de Rodríguez Zapatero y su brusca irrupción en nuestras vidas, consecuencia como sabemos, de un terrible atentado del que aún desconocemos quién o quiénes lo diseñaron.
Sin embargo aunque la presidencia de Zapatero supuso un gran cambio a peor, nuestros problemas no se limitan tampoco a su nefasta gestión. A nivel particular, me iría unos cuantos años antes para tratar de buscar el origen. Si hay una fecha que todos deberíamos tener grabada en nuestra mente es el 20 de diciembre de 1973, fecha en la que el presidente del Gobierno, Carrero Blanco, es asesinado tras aquel impactante y terrible atentado terrorista en Madrid.
Si contextualizamos aquel horrible atentado, recordaremos que el franquismo, como tal, estaba viviendo sus últimos años, vinculado ya casi en exclusiva a la vida del General Franco. Carrero por tanto, era el último eslabón que quedaba, no ya como un mero continuador del régimen vinculado al alzamiento nacional del 36, sino lo que es más importante, como garante de una independencia y soberanía nacional que determinados poderes fácticos y potencias extranjeras querían eliminar a toda costa. Exactamente como así ocurrió.
A partir de ahí, la historia es de sobras conocida, pero lo cierto es que siempre ha dado la impresión que desde aquel asesinato, todo lo que ocurre en España no parece sino obedecer a una hoja de ruta prediseñada por otros, ajenos por supuesto a los intereses del pueblo español.
Luego llegaría la entrada en la UE, entonces Mercado Común Europeo, nuestra desindustrialización, la entrada en la OTAN, el tratado de Maastricht y todos aquellos convenios y tratados mediante los cuales nuestra soberanía popular y nacional eran pisoteadas y vapuleadas con el único fin de servir otros intereses y privarnos de lo que, hasta entonces, nos pertenecía. Todo hasta llegar al momento actual donde determinadas organizaciones supranacionales globalistas tales como la Unesco, el FMI, el Foro de Davos o la ONU tratan de imponernos la famosa Agenda 2030 sin haber sido sometida a consulta popular alguna.
No pasaré por alto la alusión que hubo en la moción de censura a la figura de Blas Piñar antes de terminar el editorial. Al fundador de la organización Fuerza Nueva se le podrán reprochar errores como a todo hijo de vecino, pero hay cuatro cosas que nadie podrá negar sobre su figura: la primera, que jamás usó la política para beneficio personal; la segunda, que se mantuvo siempre firme en los valores en los que creía sin cambiar de chaqueta como tantos hicieron; la tercera que era un gran orador muy por encima de quienes hoy ocupan escaños en un parlamento que da vergüenza ajena y cuarta, que supo ver entonces que el régimen que nacía tras la muerte de Franco iba a desembocar en el desastre actual.
José Luis Morales