9 de julio de 2023
Barbarie contra Civilización
9 de julio de 2023
Barbarie contra Civilización
Decía el europeísta belga Jean Thiriart, denunciando la deriva y perdida de valores que había tomado Europa, que uno no se presentaba en Maratón o Salamina con ejércitos de consumidores. Ignoramos que pasaría ahora por su cabeza una vez que aquella deriva ha terminado, como era de esperar, en este último preludio y ensayo de una auténtica guerra étnica en Francia que terminará poco a poco, de no mediar una contundente sensatez, arrastrando a otros países, incluido el nuestro.
Todo el monumental desmadre de violencia y caos que hemos visto estos días en Francia, aunque cercenado por los medios de desinformacion, que solo nos ha mostrado una ínfima parte, supone una prueba más sobre la idea de que la lucha actual no es una simple cuestión de derechas e izquierdas, sino entre quienes quieren imponer las agendas globalistas con toda su carga de maldad y quienes nos negamos a que nos las impongan. O más acorde con lo sucedido, una lucha entre la barbarie tercermundista y la civilización europea o lo poco que queda de ella.
Solo un auténtico ignorante, por tanto, puede pensar que las turbas que se dedican a asaltar, destrozar, atacar y quemar, van a preguntar, antes de avasallar a sus víctimas, por sus inclinaciones políticas, para respetarles si son votantes de los partidos de esa izquierda "chupi" o de esa derechilla que parece estar muy de acuerdo con la llegada masiva de personas del Tercer Mundo, suponemos que para abaratar más aún el mercado.
El principal problema hoy es que si bien Europa ha abordado múltiples crisis y retos a lo largo de su historia, por primera vez quienes tendrían que aportar la solución, véase nuestros gobernantes, no son ninguna solución sino el problema, convertidos en ese cooperador necesario que está propiciando nuestro futuro aniquilamiento en función de sus políticas de asimilación e integración que como se ve, nos abocan al desastre.
Lanzo por ello mi primera diatriba contra un término que hemos asumido errónea y falazmente a pies juntillas: la famosa tolerancia. El hispanista Amadeo Valladares, en su libro "España, de reserva espiritual a albañal de Europa" nos recuerda que si toleramos todo, admitimos no creer en nada, dándonos entonces igual la justicia o la injusticia, la iniquidad o la bondad, la perversión o la virtud.
Porque es esa puñetera tolerancia mal entendida la raíz de dicho problema. El escritor y analista Carlos Paz en unas recientes declaraciones al medio "Periodista Digital" citaba tres aspectos cuya combinación han ocasionado este desastre en Francia: el fracaso de las políticas de integración buenistas, la eclosión del rechazo de segundas, terceras e incluso ya cuartas generaciones a una cultura que les es completamente ajena y la culpabilidad que nos han inculcado a los autóctonos.
Un sentimiento de culpabilidad, me permito añadir, que unido a una absurda endofobia, ha terminado por convertirnos en esas masas de meros "consumidores" que citaba en su momento Thiriart. Consumidores, sí, pero también gilipollas, tengámoslo claro.
Lo que vendrá a continuación es fácil de adivinar pero muy difícil de resolver, máxime cuando ni siquiera hay voluntad para ello. Cuando esas turbas tercermundistas protegidas por la inacción del gobierno galo, se extiendan a más zonas, el estado occidental desaparecerá y la Francia de Carlomagno, Carlos Martel o Napoleón se convertirá en un estado fallido como lo son la inmensa mayoría de estados africanos, aunque dicha afirmación choque contra el estúpido discurso de lo políticamente correcto.
¿Y qué hacemos mientras en España? Pues lo de siempre: hablar sobre el sexo de los ángeles y coincidiendo con lo de Francia, celebrar por todo lo alto la exaltación hortera de todo ese mundo arcoíris del "orgullo". Todo ello paralelamente a la imposición de una agenda 2030 cuya finalidad es la de destruir nuestra libertad, la familia tradicional, el sentimiento patrio, la religión católica y todos aquellos soportes a los que podamos adherirnos con una inquebrantable voluntad y la firmeza necesaria si es que queremos combatir lo que se nos viene encima.
Resulta obvio que con la clase dirigente y política actual llevamos exactamente el mismo camino que los franceses. No tenemos más que recordar, simplemente, como numerosos chicos y jóvenes nacidos en España pero de ascendencia marroquí, celebraban el año pasado la clasificación de Marruecos como algo suyo. Ellos tienen claro lo que son en realidad, diga lo que diga su DNI. Nosotros, por el contrario, nos avergonzamos de lo que somos y encima les colmamos de facilidades como es la de regalar la nacionalidad española tan a la ligera. Somos así de imbéciles y encima la mayoría, no lo sabe.
A modo de anécdota, comentaba una excompañera de colegio, en un grupo de WhatsApp, el miedo que le daban lo que llamaba políticas radicales, abogando por el contrario, por políticas de las llamadas moderadas y centradas. Ya hemos visto el resultado de dicha moderación en el país de los antiguos galos. Además, grupos y organizaciones como el de "Una policía para el siglo XXI" nos llevan meses advirtiendo de lo que están viendo ellos a pie de calle, en cada vez más barrios y ciudades sin que los mandamases muevan un músculo.
Seguiremos denunciando lo que ocurre y tratando de demostrar a cada vez más españoles que nuestros verdaderos problemas son básicamente dos: la aplicación de la Agenda 2030 y la invasión tercermundista. Me quedo, para finalizar, con una frase de San Ignacio de Loyola que todos deberíamos tener claro: "No solo hay que resistir al enemigo, sino también vencerlo"
José Luis Morales