Don Gil de las calzas verdes (III)
Comedia de Tirso de Molina
Don Gil de las calzas verdes (III)
Comedia de Tirso de Molina
En el segundo acto de Don Gil de las calzas verdes, la maraña de identidades diseñada por Doña Juana alcanza su máxima complejidad. Afianzada en su papel de Don Gil, logra que todos los personajes —Don Martín, Doña Inés y Don Juan— persigan a este galán ficticio. La confusión llega a su punto álgido cuando el auténtico Don Martín, desesperado al descubrir que un impostor usando su nombre (y sus calzas verdes) ha robado el afecto de Doña Inés y ha manchado su reputación, es tomado por un loco o un mentiroso por los demás. La genialidad de Doña Juana culmina cuando, disfrazada ahora como una dama llamada Doña Elvira, se gana la confianza de su rival Doña Inés y le revela que el hombre que la corteja (el verdadero Don Martín) es un farsante. El acto termina con el verdadero Don Martín completamente desacreditado y aislado, mientras la astuta Juana, desde sus dos identidades falsas, controla por completo la situación y asegura su triunfo, dejando el camino listo para el desenlace final.
Acto Tercero. La Multiplicación de Don Gil y el Desengaño Final.
El Acto Tercero se inicia con Don Martín y Quintana, donde el primero lamenta la supuesta muerte de Doña Juana, creyendo que es un justo castigo del cielo por su crueldad, ingratitud y olvido. Él se considera su homicida, no su enfermedad. Quintana relata el engaño de la muerte de Doña Juana en Valladolid: al recibir la carta de Don Martín, ella estaba en el convento, pero el susto por la llegada de su padre la hizo malparir una niña “mal formada” y morir, pronunciando solo “Adiós, don Mar…” y quedándose con el “tín”.
Don Martín, ignorando que Quintana miente (“tanta suma de mentira”), interpreta los enredos de Madrid no como la persecución de una mujer viva, sino como la venganza del “espíritu inocente de doña Juana”. Cree que el alma de Juana se finge “Don Gil” y le hace guerra a su esperanza, persiguiéndole sin descanso, lo cual para él es prueba de que es su alma buscando ser vengada. Quintana apoya este “disparate”, asegurando que en Valladolid, el padre de Juana y la gente de la casa la han visto aparecerse con “vestido varonil” diciendo que es Don Gil y que viene a perseguir a Don Martín, quien ha causado sus penas. Ante la desesperación, Don Martín decide contrarrestar el influjo del espíritu diciendo misas: “Misas y oraciones son / las que las almas amansan, / que, en fin, con ellas descansan”.
La escena cambia a Doña Inés y Caramanchel. Doña Inés busca a “Don Gil” (Doña Juana), y Caramanchel se queja de que su amo es como dinero de Valencia que se le pierde entre los dedos. Caramanchel revela que Don Gil está obsesionado con Doña Elvira (Doña Juana disfrazada de mujer), afirmando que pasó la noche en sus brazos. Inés, al desconfiar, le quita a Caramanchel una carta que Don Gil (Juana) había escrito para Doña Elvira. Al leerla, Doña Inés descubre el engaño de Don Gil, quien le confiesa a Elvira: “puesto que a ver a Inés vengo / a costa de mi disgusto” y que Doña Inés es “fría y fea”. Furiosa por el desprecio, Inés decide casarse con Don Miguel (el Don Martín barbado) para castigar a Doña Elvira.
En este punto, Doña Juana se encuentra con Quintana, confirmando que le ha escrito a su padre (Don Diego) una carta falsa, fingiendo que Don Martín la ha apuñalado en Alcorcón, y que ha asumido el nombre de Don Gil de Albornoz para encubrir el crimen. El propósito de este ardid es que su padre vaya a Madrid a pedir venganza y satisfaga su honor.
Luego, Doña Juana (como Don Gil) es abordada por Doña Clara, quien también está enamorada de él y le pide que la pretenda. Don Gil le confiesa su amor, dándole su mano de esposo y besándosela. Doña Inés, que escucha oculta, se enoja al ver que Don Gil pone la mano en la boca de su prima y confirma que Don Gil la considera “fría y fea”.
Tras la partida de Doña Clara, Doña Inés confronta a Doña Juana (Don Gil), acusándolo de engañar a tres mujeres. Inés le amenaza con casarse con Don Miguel (Don Martín), señalándolo como su esposo. Para evitar que el plan se desmorone, Doña Juana se quita su disfraz varonil y le revela a Inés: “¡Que soy Elvira!”. Juana explica que la semejanza física y el vestido de Don Gil causaron el daño.
Revela que se disfrazó para probar el amor de Inés por Don Miguel, y que ella misma escribió la carta de amor que Caramanchel encontró. Inés, aún incrédula, accede a vestirla con ropa de mujer para confirmar que es Doña Elvira, pues su amor todavía imagina que es Don Gil.
Más tarde, mientras Don Juan busca a Don Gil para matarlo, Don Martín, desesperado por competir con su rival invisible, decide también vestirse de verde: “Piérdale o no, yo he de andar / como él y me han de llamar / don Gil de las calzas verdes”.
Cerca de la casa de Don Pedro, se desata una confusión de cuatro “Don Giles”:
1. Don Juan, al rondar a Doña Inés, se hace pasar por Don Gil para conquistarla.
2. Don Martín, vestido de verde, se acerca y confunde a Don Juan con el espíritu de Doña Juana. Don Martín, aterrorizado, le pide al supuesto espíritu que cese su rigor y por el amor que le tuvo: “Si por dicha en pena andáis, / misas digo por libraros”.
3. Doña Clara, vestida de hombre, aparece para descubrir si Don Gil ronda a Inés. Ella también se presenta como Don Gil de las calzas verdes.
4. Doña Juana, regresa vestida de hombre, confirmando la llegada de su padre a Madrid.
Ella también se identifica como Don Gil.
La confrontación entre Don Juan y Don Martín es interrumpida por la aparición de un alguacil y de Don Diego (el padre de Juana), quien acusa a Don Martín de haber asesinado a su hija en Alcorcón, basándose en la carta que Doña Juana había escrito. Al mismo tiempo, Don Antonio y Celio acusan a Don Martín de haber prometido matrimonio a Doña Clara. Don Martín, desconcertado por tantas acusaciones y nombres falsos, insiste en que las marañas son causadas por el alma en pena de Doña Juana.
Finalmente, aparece Doña Juana vestida de hombre junto a Don Pedro, Doña Inés, Doña Clara y Don Juan (herido por Quintana en la riña de los cuatro Giles). Doña Juana se revela como la hija de Don Diego, que no ha muerto. Le explica a su padre que todo fue un ardid para traerlo a Madrid y evitar el matrimonio de Don Martín con Doña Inés. Doña Juana confiesa: “Yo he sido el don Gil fingido, / célebre ya por mis calzas, / temido por alma en pena, / por serlo tú de mi alma”.
Con la verdad expuesta, Doña Juana perdona a Don Martín: “dame esa mano”. Don Diego perdona a Don Martín, quien deja de ser su enemigo y se convierte en su hijo. El nudo de los enredos se resuelve con tres matrimonios:
1. Don Martín con Doña Juana (la verdadera Don Gil).
2. Don Juan con Doña Inés.
3. Don Antonio con Doña Clara.
El acto concluye con la aparición de Caramanchel (vestido con estampas de santos, creyendo ser lacayo de un alma en pena), y finalmente, la llegada del padre de Don Martín. Don Pedro ordena celebrar todas las bodas.
Blas Molina