21 de abril de 2024
Con el campo español
21 de abril de 2024
Con el campo español
La Unión Europea, y por tanto el gobierno español, imponen a nuestros agricultores unas normas muy exigentes a la hora de tratar sus cosechas. El uso de fitosanitarios (las sustancias destinadas a prevenir, evitar, destruir, repeler, combatir o destruir cualquier plaga o enfermedad, durante la producción, almacenamiento, transporte, distribución y elaboración de productos agrícolas y sus derivados) está regulado en extremo, y es de obligado cumplimiento dentro de la Unión Europea. Pero no es así con los productos que vienen de fuera: se pueden encontrar con facilidad noticias que hablan sobre cargamentos de alimentos detenidos en la aduana al detectarse en ellos metales pesados o alguna otra sustancia nociva para la salud; una infección de hepatitis por regar con aguas fecales ha sido de lo último.
Si la legislación es tan estricta para con nuestros agricultores, pero completamente laxa para lo que viene de fuera, ¿para qué sirve realmente? Desde luego, no para preservar la salud del ciudadano, puesto que entonces estarían prohibidas las importaciones de países que no cumplieran con la legislación comunitaria. No. Todas la leyes y reglamentos de los que se quejan los agricultores (y ganaderos y pescadores) parecen específicamente diseñadas para acabar con nuestra agricultura (y ganadería y pesca) y sustituirla por la foránea.
Podemos leer en la prensa que la baja producción agraria española incrementa las importaciones, pero al mismo tiempo vemos la fruta pudriéndose en los campos porque al agricultor le sale menos oneroso dejarla allí sin recoger que recogerla para venderla muy por debajo de su coste, mientras que en los supermercados nos la venden a 10 o 20 veces el precio que ofrecen al agricultor… para darte cuenta después de comprarla de que la que ha comprado ni siquiera es española, porque ésta se está pudriendo en los campos, porque el agricultor pierde menos dinero dejando sin recoger la cosecha que vendiéndola por la miseria que le pagan.
La Unión Europea tiene, entre sus fundamentos, el dar preferencia a los productos comunitarios sobre los de terceros países. Sin embargo, la aplicación de su propia normativa viene a dar el resultado contrario; de hecho la mitad de las importaciones de alimentos que hace España provienen ya de países extra comunitarios.
Además, a los que intentamos comprar producto nacional nos resulta casi imposible saberlo. El famoso código 84 (código de barras EAN 13) con el que se supone que se identifican los productos españoles no sirve necesariamente para eso, y muchas veces enmascara productos extranjeros. Ese código de barras está diseñado para permitir a las empresas de todo el mundo identificar sus unidades comerciales y logísticas, pero no necesariamente identificar al país productor. Al ver un 84 en los dos primeros dígitos sabemos, eso sí, que tiene alguna relación con España. La empresa seguramente será española, pero no necesariamente el producto. Puede estar envasado pero no producido aquí, o simplemente que la empresa sea española pero se elabore todo en otro país. O incluso que la empresa que usa ese código sea del otro lado del mundo pero que haya solicitado la asignación de su código de barras a una empresa española. Es muy importante buscar información en la etiqueta y no quedarnos sólo con el número 84.
A todo esto, el gobierno hizo una ley de precios que se supone que iba a proteger al agricultor para que no sea obligado a vender a pérdidas, y desde que entró en vigor no se ha aplicado todavía.
Los sindicatos “de clase” (esto es, de izquierdas) se desmarcan de las movilizaciones que en otras ocasiones ha apoyado. Ahora dicen que los agricultores son autónomos, y por tanto empresarios, mientras que antes les consideraban trabajadores. Pero es que ahora los agricultores están hartos de manipulaciones y ya no cuentan con ellos. Los sindicatos “de clase” (de muy poca clase) ya no pueden engañar a los agricultores para sacar la cara al gobierno, y por tanto ahora se enfadan y no les apoyan.
Un país que no puede alimentarse a sí mismo está perdido. Como ejemplo, hace no tanto tiempo España producía todo el trigo que consumía y aún exportaba; ahora mismo no llegamos ni al 40% de nuestras necesidades.
Y pasa un gobierno tras otro, y la cosa no hace sino empeorar.
Y se llevan las manos a la cabeza y hacen partidillos: “Nos existimos” y en la provincia de enfrente: “Nos también”. Y hablan de la España vaciada y de cómo hacer para que no se vacíe más, y mientras con la mano derecha se dan golpes de pecho, con la izquierda van asfixiando a quienes habitan esa España, que son precisamente agricultores y ganaderos.
Lucio