Santa Teresa de Jesús (IV)
Comedia de Lope de Vega Carpio
Santa Teresa de Jesús (IV)
Comedia de Lope de Vega Carpio
Tras haber recorrido en los tres artículos anteriores cada una de las jornadas de la comedia Santa Teresa de Jesús de Lope de Vega, llega el momento de la reflexión global, de la crítica que trasciende lo puramente literario para adentrarse en lo identitario. Esta obra no es solo un drama hagiográfico; es un espejo donde se refleja la esencia de una cultura, la española, en su lucha perpetua entre la tradición y la modernidad, entre la fe y la razón, entre el ser y el parecer.
Frente a la obsesión contemporánea por definir la nacionalidad mediante fronteras políticas y documentos de identidad, a menudo se olvida que la verdadera patria es la cultura. Puede ostentarse un pasaporte español y, sin embargo, rechazar las raíces que lo sustentan, un fenómeno que se observa en movimientos independentistas y en sectores de la izquierda contemporánea, los cuales proyectan sobre el pasado sus propios complejos y anacronismos. Del mismo modo, es posible pertenecer a otra nacionalidad y sentirse profundamente español al abrazar su lengua, su historia y sus pilares culturales. En definitiva, la identidad se configura como una elección del alma, no como una imposición administrativa.
Si hubiera que nombrar dos columnas vertebrales de la cultura española, sin duda serían Santa Teresa de Jesús y Lope de Vega. El Fénix de los Ingenios tomó la vida de la Santa de Ávila y, con su arte, no solo la dramatizó, sino que la elevó a la categoría de símbolo. En esta obra, Lope reconoce en Teresa la encarnación de un genio paralelo al suyo: un genio profundamente español, caracterizado por la pasión, el arrojo, la creatividad y un profundo sentido de lo humano y lo divino entrelazados.
A menudo se lamenta que España no haya producido figuras como Kant o Hegel. Este lamento parte de un error de base: confundir la filosofía con su expresión meramente especulativa. La filosofía española ha sido, por temperamento e historia, eminentemente práctica. No se encuentra tanto en tratados abstractos como en la literatura y, sobre todo, en la forma de vivir. Santa Teresa es la prueba más luminosa de esto. Su filosofía no es un sistema de ideas, sino un camino de vida, una "sabiduría vivida". Su búsqueda de Dios no es una elucubración metafísica, sino una experiencia íntima, ardiente y tremendamente humana. Es la filosofía del sentido común, de la introspección valiente y de la acción decidida.
Adentrarse en el misticismo de Santa Teresa es explorar el núcleo de su genialidad. Lejos de ser una ensoñación etérea, se presenta como un camino riguroso y estructurado, que ella misma describe con la precisión de una cartógrafa del alma.
Su obra cumbre, Las Moradas o Castillo Interior, es el mapa de este viaje, donde el alma es un castillo de diamante con siete moradas. El recorrido comienza con un esfuerzo activo por vencer el pecado y la dispersión a través de la oración recogida en las tres primeras moradas. Avanza hacia la cuarta morada, donde tiene lugar la oración de quietud y el alma experimenta una paz sobrenatural. Este camino se intensifica en las moradas quintas y sextas, el preludio de la unión mística, caracterizado por éxtasis, arrobamientos y los famosos fenómenos sobrenaturales como la "transverberación" que Lope representa con potente dramatismo. La cima del camino es la séptima morada, que representa el matrimonio espiritual, una unión transformante donde el alma y Dios se hacen uno en una comunión total. Este proceso no es una evasión del mundo, sino una inmersión en la profundidad de la realidad para transformarla desde dentro.
La figura de Santa Teresa se enmarca en el contexto de la Contrarreforma católica. Mientras Europa se fracturaba, España y la Iglesia emprendían una profunda reforma interior. Teresa de Jesús es, junto con San Juan de la Cruz, la gran figura de esta renovación espiritual. Su misticismo no es una herejía, sino una experiencia ortodoxa y obediente, siempre sometida al discernimiento de sus confesores, un aspecto que Lope subraya constantemente.
Además, su figura reivindica un pap´l principal para la mujer en la vida espiritual. Una mujer, sin formación académica reglada, se convierte en Doctora de la Iglesia y fundadora. Lope capta esta fuerza, este liderazgo femenino que se abre paso con la humildad de una monja y la firmeza de un general.
La importancia literaria de Santa Teresa en el Siglo de Oro es inmensa. En una época de deslumbrante creatividad, su prosa destaca por su genial sencillez. Rompe con los moldes retóricos artificiosos para escribir con un estilo directo, autobiográfico, lleno de viveza y de imágenes poderosas. Su obra no es "literatura" en el sentido moderno de creación ficticia; es testimonio y guía. Sin embargo, su calidad artística es tal que la sitúa, junto a San Juan de la Cruz, en la cima de la prosa y la lírica místicas españolas de todos los tiempos, demostrando que la búsqueda de la verdad más elevada podía aliarse con la belleza de la palabra.
La genialidad de Lope reside en haber comprendido que la vida de Teresa era, ante todo, un gran drama. Y él, el maestro de la comedia nueva, era el indicado para contarla. La importancia de esta obra es triple. Por un lado, popularizó un mito, llevando la figura compleja de la mística a las tablas del corral de comedias y haciéndola accesible para el pueblo llano, transformando la teología en emoción y conflicto dramático. Al mismo tiempo, sintetiza el genio nacional, fundiendo el genio religioso de Teresa con el genio literario de Lope, en una unión perfecta de dos fuerzas vitales de la cultura española: la fe intensa y el arte vibrante. Finalmente, la obra actúa como una defensa de la identidad española. Frente a los estereotipos de la Leyenda Negra, Lope presenta una España de santos ardientes, de mujeres fuertes y de una espiritualidad profunda y apasionada, muy lejos de la caricatura del fanatismo ignorante.
Santa Teresa de Jesús de Lope de Vega es mucho más que una obra de teatro. Es un manifiesto cultural. Nos recuerda que España, en su mejor versión, no es una construcción que se sustente en disposiciones normativas, sino una cultura que se vive con pasión. Una cultura cuyo sustrato filosófico reside en las experiencias transformadoras de almas como la de Teresa, y en la capacidad de artistas como Lope para eternizarlas. Adentrarse en esta obra hoy no es un mero ejercicio de arqueología literaria, sino una reivindicación necesaria de unas raíces que, pese a quien pese, siguen definiendo lo que significa ser español.
Blas Molina