De fuera vendrá quien de casa nos echará (III)
de Agustín Moreto
De fuera vendrá quien de casa nos echará (III)
de Agustín Moreto
En la Jornada anterior, Lisardo, para evitar casarse con la tía de su amada, Doña Cecilia, y ganar tiempo, se ve obligado a fingir un romance con esta última. Sin embargo, su plan se complica con la intervención del Alférez, quien constantemente frustra sus intentos, y la propia Doña Francisca, la sobrina, que, al descubrir el engaño, exige una resolución a la situación.
Jornada Tercera: Engaños y Desenlaces.
La Jornada Tercera nos sumerge de lleno en el desenlace de los enredos tramados por Lisardo y el Alférez, quienes se esfuerzan por mantener la farsa mientras la verdad amenaza con desmoronar sus planes.
La escena se inicia en casa de Doña Cecilia, donde Lisardo, ya sintiéndose "dueño" de la situación, discute con el Alférez sobre la necesidad de "fingir celos de la tía" para lograr su propósito de casarse con Francisca a través del Vicario, lo cual considera el medio "más decente" para su honor. El Alférez, aunque desatinado por la situación, se dispone a llamar al Fiscal, pieza clave en su estrategia.
La autoridad de Lisardo se consolida con la entrada de Chichón, a quien Lisardo reprende por la tardanza de Doña Cecilia y Francisca en salir, impidiéndoles hacerlo sin su "licencia". Chichón, con su particular gracejo, cuestiona la autoridad de Lisardo con ironía: "¿Es usté el padre prior?", y llega a compararlo con una "dueña" por su forma de mandar. Lisardo, tajante, proclama: "No hay más señora que yo", estableciendo que Doña Cecilia es ahora "Nada más que mi mujer".
La tensión aumenta cuando Doña Cecilia, Francisca y Margarita aparecen ya con mantos para salir. Lisardo interviene con firmeza, respaldado por Chichón, negándose a que salgan sin su permiso. Doña Cecilia se indigna, pero Lisardo, para justificar su postura, argumenta que si él ha de ser su esposo, no quiere que su mujer "esté enseñada a tener / el manto tan licencioso". Ante la amenaza de Lisardo de no casarse con una mujer tan "licenciosa", Doña Cecilia cede de inmediato, quitándose el manto y proclamando: "no saldré de casa yo / sin tu licencia, eso no: / lo primero es el marido". Lisardo la envía adentro, y Chichón se niega a acompañarla, afirmando que solo obedece al "marido", lo que lleva a un cómico intercambio sobre la "mandadura" que "se cierra... allá fuera".
A solas con Lisardo, Doña Francisca le reprocha su "atrevimiento" y "bellaquería", indignada por verlo "enamorar" a su tía en su presencia y cansada de que la llame "esposa". Ella exige que no la llame "esposa", sino "tía a secas", incluso si eso pone en riesgo el plan. Lisardo le explica la necesidad de la farsa para que su matrimonio con Francisca, ya concertado con el Vicario y una "cédula hecha" por su mano, pueda lograrse. Sin embargo, la persistencia de Lisardo en su papel de esposo de la tía atormenta a Francisca. La situación se interrumpe cuando Doña Cecilia reaparece, y Lisardo, en una rápida maniobra, miente que Francisca está molesta con ella. Doña Cecilia, queriendo complacer a su "esposo", promete buscar un marido para Francisca, sugiriendo a Don Martín.
El clímax de la intriga se desata con la entrada precipitada del Alférez, quien anuncia la llegada inesperada del Capitán Maldonado, el verdadero hermano de Doña Cecilia y supuesto padre de Lisardo. La noticia sume a Lisardo en el pánico, y ambos deciden "escurrir la bola", es decir, huir. Lisardo se despide rápidamente de Doña Cecilia, quien lo llama "sobrino, esposo", y huye con el Alférez.
Mientras tanto, Chichón entra en escena, informando a Doña Cecilia del regreso de su hermano, el Capitán. La sorpresa es inmensa para Doña Cecilia, quien se preocupa por las implicaciones de su falso matrimonio. El Capitán Maldonado hace su entrada, saludando efusivamente a todos. Doña Cecilia, confiada en la historia de Lisardo, le pregunta por su hijo, revelando el "secreto" de que Lisardo es su hijo de "madama Blanca". El Capitán, estupefacto, niega rotundamente tener un hijo o conocer a tal dama flamenca. La verdad sale a la luz, dejando a Francisca desengañada: "Ay de mí, que el desengaño / cuando es sin remedio llega!". El Capitán, furioso por el engaño y el deshonor, jura buscar y castigar a Lisardo, con la entusiasta ayuda de Chichón.
En las Gradas de San Felipe, el Alférez lamenta la pérdida de su "posada" y la llegada del Capitán. Se jacta de hazañas exageradas ante el Licenciado Celedón y Don Martín, quienes aún persisten en su disputa por Francisca. El Licenciado, un cobarde, se niega a pelear, cediendo a Francisca por miedo. El Alférez, astutamente, envía a Don Martín a casa del Capitán, esperando que el caos familiar los libre de la persecución. En ese momento, Lisardo llega desesperado, informando que el Fiscal y los notarios están en camino a casa del Capitán para el matrimonio con Francisca, y que no pudo interceptarlos. El Capitán Maldonado ya está cerca.
Con el Capitán y Chichón acercándose, Lisardo y el Alférez intentan disimular. El Capitán los confronta, y Lisardo, con notable audacia, lo saluda como si nada, a lo que Chichón responde con sorna sobre la autoridad del Capitán. El Capitán les exige ir al "campo" para un duelo. Lisardo, en una genial estratagema, se niega a luchar contra su antiguo capitán, ofreciendo su cuello en señal de respeto. Luego, confiesa la verdad: su "engaño" no fue por necesidad, sino por amor a Francisca. Admitiendo que su objetivo era lograr la mano de Francisca con "más seguridad", se declara "hidalgo" y gana el respeto del Capitán. Este, al reconocer la nobleza de Lisardo, le pide su palabra de casarse con Francisca. Lisardo acepta, y para consolidar la farsa, le pide al Capitán que, por el "decoro de entrambos", lo confirme como su hijo ante todos. El Capitán acepta este último engaño.
De regreso en casa, Lisardo y el Alférez entran con aplomo. Chichón, con ironía, señala que Lisardo "desmancipado de tía". Doña Cecilia, aún en su rol de "esposa", le advierte del peligro, pero Lisardo ignora las advertencias. Cuando Doña Cecilia afirma que el Capitán niega ser su padre, Lisardo, con increíble descaro, fabrica una elaborada genealogía noble para sí mismo, lo que provoca la risa y burla de Chichón. Lisardo silencia a todos, incluyendo a Francisca. Doña Cecilia, exasperada, sentencia: "esto es, de fuera vendrá / quien nos echará de casa".
La entrada del Capitán Maldonado marca el giro definitivo. Lisardo lo recibe como "Padre y señor", y le "reprende" por haber negado su paternidad ante las damas. El Capitán, sorprendido por la audacia de Lisardo, explica que lo negó porque pensaba que se casaba sin su consentimiento, pero ahora, ya con un matrimonio concertado para Lisardo, lo confirma como su hijo. Tras pedir quedarse a solas con Doña Cecilia, esta le revela que ya está casada con Lisardo y le ha entregado mil ducados. El Capitán, al saberse engañado, reniega de Lisardo nuevamente y jura matarlo o forzarlo a casarse con Doña Cecilia.
La situación llega a su punto álgido con la irrupción del Fiscal del Vicario y los notarios, quienes vienen a depositar a Francisca para su matrimonio con Lisardo, aludiendo a un documento firmado por ella. El Capitán, en medio de la confusión, intenta detenerlos. Francisca interviene, declarando que ella es la esposa de Lisardo y no su tía, pidiendo la protección del Fiscal. El Capitán, fuera de sí, intenta atacarla. Lisardo y el Alférez reaparecen, y Lisardo, espada en mano, enfrenta al Capitán.
Finalmente, Doña Cecilia aclara la confusión: Lisardo solo le debe su palabra y los mil ducados para las bulas. Lisardo revela que el dinero fue gastado en "joyas" para su verdadera esposa, Francisca, lo cual es confirmado por Margarita y Chichón. Francisca le pide a Lisardo que se case con ella. El Capitán, para salvar su honor, exige que uno de los otros pretendientes (Don Martín o el Licenciado) se case con su hermana. Don Martín se niega a casarse con una viuda, pero el Licenciado, por miedo, acepta casarse con Doña Cecilia. El Capitán, satisfecho, acepta este arreglo y les pide a Lisardo y Francisca que se queden en la casa, cumpliéndose así el refrán: "de fuera vendrá / quien nos echará de casa". Lisardo y Francisca sellan su matrimonio, y Chichón y Margarita también se comprometen cómicamente. El Alférez, soltero, anuncia que disfrutará de las tres bodas, cerrando la obra con la misma máxima que da título a la comedia.
Así, la Jornada Tercera se convierte en el clímax donde todas las mentiras y maquinaciones se desenmascaran, pero sorprendentemente, en lugar de desastre, conducen a un triple final feliz, como si la verdad misma fuera una fuerza incontrolable que, al irrumpir desde fuera, reordena la casa a su antojo, dejando a cada personaje en su justo lugar.
Blas Molina