16 de abril de 2023
Seguridad, educación y globalismo
16 de abril de 2023
Seguridad, educación y globalismo
Cada vez que escucho vídeos, conferencias e intervenciones de la asociación "Una policía para el siglo XXI" su responsable y portavoz, Samuel Vázquez, denuncia la imposibilidad de las diversas fuerzas y cuerpos de seguridad del estado para que puedan actuar con eficacia frente a la creciente criminalidad, básicamente porque el modelo de seguridad está obsoleto. Es un modelo que fue eficaz en la lucha contra la delincuencia en aquellos años 80 donde la heroína hizo estragos en los barrios obreros de diversas ciudades, pero que resulta inocuo contra los delitos y delincuentes de todo pelaje que pueblan nuestras calles a día de hoy. Dicho en otras palabras: no se puede ser eficaz en el siglo XXI con un modelo policial pensado para detener al Vaquilla o al Torete, famosos delincuentes de aquella época popularizados además con aquello que se llamó "cine quinqui".
En el plano educativo no deja de ser curioso observar el fenómeno contrario: no solo no se estanca el modelo sino que las leyes educativas se suceden al mismo ritmo que la irrupción de un nuevo inquilino en La Moncloa. Cada vez que un gobierno toma el poder, el ministro de educación de turno viene con una nueva ley bajo el brazo. Es difícil recordar, incluso para quienes ejercemos la docencia, el nombre de todas aquellas leyes educativas que ha visto la mal llamada democracia hasta llegar a la actual, la Lomloe, también denominada Ley Celaá, que todos sabemos durará y estará en vigor hasta que la llegada de un nuevo gobierno la derogue.
El problema es que si bien la asociación policial tiene claro, y con buen criterio, que la ineficacia y falta de operatividad es por culpa de ese estancamiento, esta proliferación de leyes educativas, no solo no ha mejorado la enseñanza sino que lo empeora cada vez mas, imponiendo al profesorado un discurso simplista pero obsesionado con la innovación a toda costa, la falta de disciplina, el arrinconamiento de los contenidos y un igualitarismo por lo bajo que hace que el nivel, sobre todo en la enseñanza pública, baje a unos niveles que avergüenzan.
¿Qué es entonces lo que hace que fracase estrepitosamente un modelo policial inmovilista anclado en los años 80 y un modelo educativo en constante renovación? ¿Qué es lo que tienen en común los dos modelos o cuál es el nexo de unión que propicia el desastre en ambos? La respuesta es obvia: la sujeción tanto en el ámbito de la seguridad como en el educativo a los intereses de unos partidos políticos en el poder a los cuales la seguridad de los ciudadanos y la formación de sus hijos les importa un soberano pimiento.
Y es que uno de los grandes males que trajo precisamente este régimen del 78 fue sin duda otorgar a los partidos políticos un poder inmenso que los ha terminado por convertir, en su inmensa mayoría, en descomunales y costosas estructuras pensadas para servir a quienes les sufragan las campañas por determinados intereses a los que deben obediencia y por supuesto para servir multitud de intereses personales, que jamás podrían tener una vida llena de tantas comodidades si estuviesen expuestos al mercado laboral de la empresa privada.
No hay más que ver en estos últimos días, aquí por ejemplo en Aragón, como se suceden los cambalaches entre diversos partidos, como las escisiones en Ciudadanos o el Par que a la vista de las bajas perspectivas en las encuestas buscan otros "valores" a defender pero bajo la cobertura que ofrecen otras siglas con mayores posibilidades a las que ponían a caldo hace apenas unas semanas. O la proliferación en la izquierda de nuevos partidos de la antigua órbita podemita, que han vivido a cuerpo de rey junto al gobierno y que de repente, recuerdan que de cara a sus votantes, el discurso debe ser menos oficial y antisistema.
Por eso, nuestro objetivo desde el momento en que nació nuestra asociación, al igual que el de las diversas asociaciones integradas en la Red Desperta, no pasa en ningún momento por formalizar una candidatura política, sino ceñirnos a la lucha cultural, con todo lo que ello conlleva.
La multitud de tentáculos que maneja la hidra globalista, la disposición actual de nuestra sociedad y el ritmo trepidante en el que se suceden cambios impensables hace tan solo unos años, imponen por necesidad una unidad de acción entre todos aquellos que compartimos una misma visión de lo que sucede, buscando nexos de unión y renunciando a particularismos.
En "Ser comunidad" Marco Scatarzi define perfectamente el sistema actual como el matrimonio de la izquierda moral con la derecha económica, el libre mercado y la exaltación de la globalización, pero con el vientre de alquiler y los cuentacuentos gays en las guarderías. Una época en la que la falta de libertades ha alcanzado tal grado de putrefacción consecuencia de la cual ya no se puede opinar libremente para no ofender a los ignorantes. Hemos llegado a un punto sin retorno donde debemos tener presente, la aseveración de Dominique Venner cuando manifestó que "existir es combatir lo que me niega".
José Luis Morales