Don Gil de las calzas verdes (II)
Comedia de Tirso de Molina
Don Gil de las calzas verdes (II)
Comedia de Tirso de Molina
En el acto primero de Don Gil de las calzas verdes, Tirso de Molina teje los hilos del enredo que definirá esta comedia de equívocos. Doña Juana, tras ser abandonada por su prometido Don Martín —quien viaja a Madrid para cortejar a la acaudalada Doña Inés—, decide tomar las riendas de su destino. Con astucia y determinación, le sigue hasta la corte adoptando una ingeniosa identidad: la de un galán llamado Don Gil, distinguido por sus llamativas calzas verdes. En escenas cargadas de comicidad e ironía, no solo convence a su criado Quintana y contrata a un lacayo, sino que, ya en Madrid, se presenta ante la propia Doña Inés. El ardid surte efecto de inmediato, pues Doña Inés queda prendada del misterioso “Don Gil”, sin saber que su verdadero prometido, Don Martín, también ha decidido usar ese mismo nombre. Así, con las primeras semillas de la confusión ya plantadas, el escenario queda listo para el laberinto de identidades, pasiones y malentendidos que desatará la audaz farsa de Doña Juana.
Acto Segundo. La Doble Máscara de Doña Juana y el Despojo de Don Martín.
El Acto Segundo se desarrolla en Madrid, intensificando la red de engaños tejida por Doña Juana para frustrar el matrimonio de Don Martín con Doña Inés. La protagonista se presenta ante su criado Quintana, ahora disfrazada de mujer y usando el nombre de Doña Elvira, explicando la complejidad de su plan: Doña Inés está perdidamente enamorada del fantasma de “Don Gil” (que es Juana disfrazada de hombre) y Don Martín está desatinado buscándolo, creyendo que su rival es un “hechicero o duende”. Doña Juana ha alquilado una casa contigua a la de Doña Inés y planea usar su nueva identidad femenina para ganar la confianza de la dama. Juana se justifica diciendo: “Retrato eres del engaño. / Y mi remedio seré”.
Antes de despedirse, Juana persuade a Quintana para que viaje a Valladolid y le entregue cartas a Don Martín, fingiendo que ella (Doña Juana) sigue allí, encerrada en un convento y con “sospechas de preñada”. Este engaño busca desviar las sospechas de Don Martín, quien cree que el tal Don Gil es Juana disfrazada, para que “no diga que don Gil soy”.
Mientras tanto, Doña Inés y Don Juan discuten. Don Juan se muestra celoso por la atención que Inés presta al misterioso joven de las calzas verdes. Doña Inés, sin embargo, aclara que el galán de las “calzas verdes” no es el hombre con el que su padre quiere casarla. El verdadero pretendiente de su padre, a quien ella aborrece, es el barbado “Don Gil de Albornoz” (Don Martín), y Don Juan jura matar a este rival: “¡A matar tu don Gil voy!”.
La estrategia de Doña Juana (como Doña Elvira) se pone en marcha al recibir a Doña Inés en su nueva casa, donde le confiesa su “lamentable historia”. Juana se presenta como la desposada de Don Miguel de Ribera (el verdadero nombre de Don Martín, según su versión). Relata que Don Miguel se enamoró de Doña Inés y su dote (“tu dote apetecible”), robándole las cartas y el nombre de su amigo, el verdadero Don Gil de Albornoz (aquel que lleva las calzas verdes). Esta historia convence a Doña Inés, quien ya enamorada del hombre de verde, acepta aliarse con Doña Elvira para frustrar el matrimonio.
Paralelamente, Don Martín se encuentra con Quintana, quien le entrega las cartas de Doña Juana, confirmando que ella está en el convento de San Quirce y que “con indicios de preñada”. Don Martín, aliviado por creer que su antigua amante no lo persigue, se reafirma en su plan de casarse con Inés, aunque reconoce su culpa: “Afición liviana, / villano pago le doy”. Poco después, Don Martín recibe un pliego de su padre (Don Andrés) que incluye una libranza de mil escudos para él (bajo el nombre de Don Gil de Albornoz) y una carta para Don Pedro. Sin embargo, en medio de su júbilo al ser llamado a desposarse, Don Martín deja caer y pierde los papeles .
La suerte favorece a Doña Juana. Su criado Caramanchel, quien se queja de la invisibilidad de su amo: “sois duende o familiar, / y temo a la Inquisición”, encuentra el pliego de cartas caído. Doña Juana (como Don Gil) se apodera inmediatamente de la prueba.
Doña Inés, ya completamente segura gracias a la historia de Doña Elvira, confronta a su padre, Don Pedro, asegurándole que Don Martín es un impostor y un “ladrón de un papel”. En ese momento, Doña Juana aparece como Don Gil y usa las cartas robadas como prueba irrefutable de que ella es el verdadero prometido . Don Pedro se convence: “Sí, letra es de don Andrés. / Quiero mirar lo que dice”, y le ofrece a Inés la mano del nuevo Don Gil. En ese instante, Quintana regresa y le confirma a Juana que ha cobrado la libranza de los mil escudos. Juana, con un dominio total de la situación, afirma: “Gil, Elvira y Juana soy”.
El Acto concluye con la humillante confrontación de Don Martín. Don Pedro y Doña Inés lo acusan de ser Don Miguel de Cisneros, un “archiembelecador” y un ladrón de papeles, exigiéndole que regrese a Burgos. La derrota de Don Martín se sella cuando Osorio regresa con la noticia de que el otro Don Gil (el de verde) ha cobrado el dinero. Don Martín queda sumido en la desesperación y la confusión por este rival invisible: “Don Gil de las calzas verdes / ha de quitarme el sentido”.
Blas Molina