26 de enero de 2025
Soberanía
26 de enero de 2025
Soberanía
En un día meteorológicamente gélido y en la rotonda del Capitolio en Washington DC, Donald Trump tomaba posesión este 20 de enero como 47° presidente de los Estados Unidos, segundo y último de sus mandatos tras el período de 2017-2021.
Con Trump en la presidencia y desalojados el tándem Biden- Harris, conviene, sin embargo, no lanzar las campanas al vuelo ni dejarnos llevar por una euforia desmedida que no viene al caso. A pesar de que determinadas propuestas del programa trumpista puedan agradar a quienes defendemos un concepto de lo político, social y cultural vinculado al patriotismo, hemos de tener claro que Trump no es de los nuestros. Su intención de hacer que EEUU sea grande otra vez no implica en modo alguno que su objetivo sea, hacer grande a España, Europa o la Hispanidad. Nada más lejos de la realidad. De hecho, como muy bien reflejaba Jordi Garriga en un artículo en "Mediterráneo Digital", el concepto de Europa o de la Hispanidad son incompatibles con la idea de una Norteamérica más grande, poniendo de relieve hasta qué punto nuestra política, española y europea, está colonizada por la cultura estadounidense.
La geopolítica mundial se mueve en función de unos intereses determinados, intereses que muchísimas veces chocan con los propios. Ni los intereses de EE.UU. son los nuestros, ni los de Israel (máxime cuando ambos engordan militarmente a nuestro enemigo más objetivo, como es Marruecos), ni los de Irán, ni los de China ni los de Rusia. La gracia está precisamente en encontrar el equilibrio necesario para poder ser un estado mínimamente soberano, pero sin rendir pleitesía al resto. Cosa que, por cierto, no es tarea fácil.
También es verdad que esa especie de cruzada que Trump y Musk están lanzando contra lo que denominamos la cultura y el mundo woke, es absolutamente positiva, al menos, por el momento. Como reconocía Marc Vidal en recientes fechas, habrá que ver si ese empeño por liberar determinadas redes sociales de la censura Woke, se mantiene o si posteriormente, se nos quieten imponer otras.
En ese sentido y por finiquitar el tema Trump, no le falta razón al maestro Marcelo Gullo cuando manifestaba que en el tema woke estaríamos con Trump, en relación con China permaneceremos neutrales y cuando Trump ataque Europa estaremos en contra. Parece lo más lógico.
Lo verdaderamente triste es comprobar el momento complicadísimo en el que se encuentra una Europa que, con Trump o sin él en la Casa Blanca, tiene un papel cada vez más irrelevante en la geopolítica o la economía mundial. Con los republicanos o demócratas en el poder, son muchas las décadas en las que nuestro papel, como europeos, roza un servilismo infantil, plasmado no solo a nivel ideológico y cultural, con esa pleitesía hacia el mundo anglosajón, sino fundamentalmente en la via militar, donde nuestros ejércitos acuden a conflictos que ni nos van ni nos vienen, mientras la frontera sur europea es un puñetero coladero.
Lo que es innegable es que, esta nueva corriente en pos de la libertad de opinión y contra ese pensamiento único que se nos ha impuesto hasta ahora, puede perder fuerza a este lado del Atlántico teniendo en cuenta la colección de mendrugos que dirigen la UE y en el peor de los casos, en España. A pesar de ese cambio de chaqueta de los Zuckerberg y compañía, en la esfera de la gran empresa, en Europa tenemos a quien tenemos y a pesar de esa habilidad camaleónica que poseen quienes viven de la política, por adaptarse a una nueva situación, las cosas aquí es de prever que tomen una vía más lenta.
Sin ir más lejos, en el última reunión del Foro de Davos, Klaus Schwab, en su discurso inaugural, reconocía una erosión de la confianza en la sociedad, mostrando su preocupación por el miedo a la aceleración de la decadencia medioambiental y el miedo a la exclusión de la era inteligente. Curiosa preocupación, máxime cuando ese mismo Foro es el que más trabajado por la inculcación de ese miedo hasta la saciedad.
Habrá que permanecer alerta ante el rumbo que tomen los acontecimientos en este 2025 y desde luego, aprovechar para mandar a toda esa morralla de políticas woke a las catacumbas, sin perder en ningún momento de vista, que el tiempo juega en nuestra contra. Si la defensa de la vida, de la familia tradicional o la fe son quizá tres de los aspectos que más han tratado de hacer trizas dichas políticas progre-globalistas, no son precisamente tres aspectos que gozen de una especial protección, sino todo lo contrario.
Porque resulta obvio que ante el masivo proceso de sustitución demográfica que padecemos, mientras no seamos capaces de frenarlo en seco, no solo con un necesario control estricto de fronteras, sino consiguiendo elevar el índice de natalidad de los europeos, blindar con todo tipo de medidas la necesidad de formas familias estables y recuperando esa fe perdida, la guerra está completamente perdida, sin importar quien se encuentre al mando, ni en Europa ni en la Casa Blanca.
José Luis Morales